Matthew Herbert es un artista musical y productor inglés, que centra su carrera profesional en la música electrónica con un corte minimalista, aunque también está inmerso en otros proyectos musicales de lo más variados. (wikipedia)
Hay mucha gente que opina que Matthew Herbert es un genio. Debe andarse con tino cuando se dice esto, porque genio es una de esas palabras que se usan con una levedad extraordinaria. Pero no cabe de duda de que, como poco, este pecoso inglés es un talento natural de la música de baile que sobrepasa en riesgo e inventiva a muchos de los artistas de su generación, una mente lúcida que ha sabido encontrar nuevos puntos de vista para la electrónica.
Y eso ya es mucho para alguien que comenzó haciendo house a partir de objetos cotidianos (tenedores, patatas fritas, lámparas) y que ahora se cuestiona la utilidad de abusar del bombo y el platillo. «La gente confunde ritmo y sonido con una cierta funcionalidad. Yo creo que incluso se puede hacer house con una orquesta. Lo que ocurre es que falta ambición y visión, y sobre todo nos falta un contexto: si en el mundo hay una guerra, yo quiero saber qué papel puede jugar mi música en el presente».
El sonido de Herbert, treintañero con residencia en Londres, ha evolucionado tanto desde 1996 que ahora ya parece otra persona. Después de haber sido el bicho raro de la música experimental, el deep house, el electro y el jazz gracias a discos tan notables como Bodily Functions (2001), su última creación es un álbum con big band, como si pretendiera ser un moderno Glenn Miller, y sus cantantes (participan las voces de su mujer, Danni Siciliano, y de Jamie Lidell de Super_Collider, entre otros), hijos de Billie Holiday y Frank Sinatra. Se trata de Goodbye Swingtime, un trabajo tan arriesgado como clasicista que es, a la vez, y en muchos aspectos, una desmitificación de la tecnología y la técnica. Un disco humano en el que se integra una orquesta de 20 intérpretes y sus procesos digitales de siempre, sampleos de sonidos hallados por azar y letras comprometidas, inspiradas en los preparativos de guerra que culminaron con la invasión de Irak y que incluso integran el lema No en mi nombre y fragmentos de textos de Noam Chomsky.
Para Herbert, aunque la música sea estéticamente bella e incluso escapista, debe tener un subtexto político. «Las letras no son precisamente las de Jennifer Lopez», cuenta mientras en su solapa reluce una chapa de No a la guerra: la entrevista tiene lugar en pleno mes de abril. «En realidad, lo que pretendo es crear una comunidad, sacar la música electrónica del dormitorio o del PC y compartirla con la gente de un modo íntimo, que es lo que muchos no hacen».
El polifacético músico ha grabado bajo diversos alias –Doctor Rockit, Wishmountain, ahora como The Matthew Herbert Big Band–, pero fue con su CD del año pasado como Radio Boy, The Mechanics of Destruction, con el que alcanzó un grado de implicación política mayor: concebido como un alegato antiglobalización, construía la música sampleando todo aquello que odia (menús de McDonald’s, vídeos de Hollywood, canciones de Operación Triunfo, café Starbuck’s) en una traca ruidista de alto valor conceptual. El disco nunca se puso a la venta: lo regalaba. Le gusta hacer las cosas de otra manera y presionarse a sí mismo para dar todo lo máximo de su creatividad.
Como si fuera un Lars von Trier electrónico, ha escrito el PCCOM (Personal Contract for the Composition Of Music), una serie de normas estrictas que se obliga a seguir al componer y que pueden ser consultadas en su web www.magicandaccident.com: se autoprohíbe samplear la música de otros y replicar por vías electrónicas sonidos de instrumentos ya existentes, evita conservar material en bruto para su posterior reutilización a excepto su archivo personal de samples… «El Dogma de von Trier sirvió en parte de inspiración, porque lo que quiero es un contexto para el sonido. Puedo samplear mesas y sillas, y al principio es chocante, pero llega un momento en que me interesa más quién hizo la silla que la silla en sí. Eso es muy difícil de transmitir musicalmente, pero es lo que intento». Y nunca menosprecia el valor de los errores, intencionados o fortuitos: mucha de su música surge por error. «Que yo haga un álbum con una big band ya es, de hecho, fruto del azar.
Todo empezó porque Blanca Li me pidió unos temas en esta línea para una película, y el proceso de creación estuvo plagado de imprevistos, de improvisación… Grabar con una banda de músicos en los estudios Abbey Road y luego retocar el resultado con un ordenador ya resulta extraño. Las melodías me salían por azar. A veces se cuela la voz del técnico de sonido y queda integrado en la música. Los cuatro primeros compases del disco, te lo prometo, contienen más de 100 errores». (elmundo.es)
Y a continuación solo nos queda demostrar con imagenes todo esto que se dice de él.
Estos cuatro videos son de sus actuaciones con su big band; las dos primeras en el festival de jazz de San sebastián "Jazzaldia"; Donde nos demuestra como realiza sus composiciones a partir de sonidos de periódicos o del roce de una copa de vino al intentar bebersela.
The Matthew Herbert Big Band
Disfruten.
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